Queridos
septimistas, esta vez ha sido difícil. Y no será porque no lo haya intentado…
Siempre procuro
traeros la crónica de allá donde nazca, sin importar las inclemencias del
tiempo o lo accidentado del terreno, sin importar si estamos en fiestas o se
aproxima un temporal. Pero chico, lo que no siempre se consigue es el
resultado. Claro que por otro lado, nadie dijo que esto fuese a ser fácil.
¡Jamás me
rendiré! Makenai! Que gritaba una chica con traje de marinero. Así que os
traigo la crónica de lo que pudo ser, pero no fue, pero no estaría nada mal si
hubiese sido…
En Galicia
acabamos de vivir un anticiclón envidiable. Esas fotos que retuiteaba
meteogalicia, puñales en mi TL. Atardeceres estremecedores, el sol de media
tarde que invitaba a ese paseo por el monte, las gafas de sol apoyadas en la
nariz de aquella chica que sonreía. Sentir cómo el cansancio se evapora, la
mariposa sale de la crisálida y ¡puf! Como si en primavera estuviésemos.
Idílico.
Este era el
panorama en toda la comunidad. ¿En toda? No, queridos. En un pozo del interior
de Galicia, la niebla de las leyendas de nuestros abuelos había regresado. Esa
niebla que se instauraba en la ciudad y
alrededores en los más crudos inviernos y que no dejaba distinguir las horas
del día. Hasta creo que vi un sacauntos por la Avenida da Habana, no os digo
más. Se dice que el sol salió tímidamente el sábado, pero yo he visto fotos, y
sé que se trataba sólo de un espejismo puesto por el Concello para que no
aumentasen alarmantemente los suicidios y no estropear la ratio así, en enero,
de buenas a primeras. Ergo, alguien se estaba lucrando con todo esto.
Apartadas de
mi mente (de momento) las propuestas más conspiratorias, algo había que hacer.
Porque los Séptimos no saben del tiempo, de los horarios extraviados ni de
barómetros victorianos. Ni yo tampoco.
Me levanté el
día de Reyes y me las prometía felices hasta que fui consciente del frío, la
humedad y aquel manto blanquecino e impenetrable. Día familiar por excelencia,
tocaba desplazamiento por la zona de Ribadavia y supe que podría hacer de la
niebla mi mejor aliada en el entorno del Monasterio de San Clodio.
Sobrecogedora instantánea poco antes de la huida a sitios mejores. |
“Está situado
en el centro neurálgico de la Ruta do Ribeiro, donde los amantes del buen vino
pueden aprovechar para hacer un turismo un poco diferente por las diferentes
bodegas, con ese aire tan de la tierra pero con el regusto de la excelencia más
sibarita. Los años le han dado carácter a las cepas y las explotaciones se han
convertido en uno de los mejores abanderados de esta región. Los vinos se hacen
un nombre allá donde van, y la denominación de origen cuenta con muchos adeptos
ilustres, tanto aquí, como allende nuestras fronteras.”
Todo esto iba
pensando yo, tecleando furiosamente en mi imaginación, mientras los jirones
fantasmagóricos de la niebla adornaban las cepas peladas. Hasta que llegamos al
monasterio, esfinge de piedra, caído hace pocos años, reconstruido en forma de
hotel nacido de un monumento que siempre merece la pena visitar. La piedra
habla de la historia de la zona, y las escaleras consiguen sobrecogerme.
Temblando, cámara en mano, un poco por la humedad, un poco por la excitación, un
poco por el temor que estaba a punto de confirmar.
Cerrado por
vacaciones. Anda y que os den.
Espera, esto no entra dentro de la definición de "mejor". |
Después de
este exabrupto que me he tomado la licencia de reproducir, y con una única
instantánea para ilustrar mi fracaso, decidí que bien podía darme una vuelta
por Ribadavia http://www.ribadavia.es/ ya
que aquel era nuestro destino inicial. Además, sabía bien que este año no había
hecho crónica alguna porque a Festa da Istoria no entiende de Séptimos, sino de
Sextos, que me están un poco más vetados. Ribadavia es una villa medieval con
muchos lugares interesantes, pero que fuera de las fiestas durante los meses
estivales se ha ido estancando en la inactividad. Vamos, que eso juntado con la
niebla, un toque Silent Hill que me hacía dudar de mis posibilidades reales de
sobrevivir a la jornada, me daba la oportunidad de hacer la crónica más difícil
de la historia del blog. Et voilà, la noche que no me da tregua y que aún encima,
se apura. La muy puñetera. Plena conciencia de que no podré hacer nada digno de
mención.
“Pero ¿qué es
todo este derrotismo?” Me diréis…
“¿Desde
cuándo este ánimo?” Y sólo podré asentir, cabizbaja…
El mundo de las tinieblas. |
¿Vais sintiendo el alma gótica? Porque yo SÍ. |
Restos del castillo. En verano está más concurrido, lo juro. |
Por supuesto,
esto sería una afrenta por mi parte al espíritu del blog. Lo he recalcado
muchas veces, lo que nos enseñan estas experiencias de la vida es a valorar los
pequeños momentos. Y allí estaba yo entre piedra y niebla (por mucho que la
critique, mi fenómeno meteorológico favorito, abuso de la palabra, disculpas
por adelantado), cámara en mano y dispuesta a experimentar. Por fin se van encendiendo
las luces de la villa, y todo lo que parecía cruel y distante, mano gélida del
invierno que se prolonga, se torna en una dulce y cálida luz, amarilla, naranja
y roja. Candiles de hierro perfectos, invitadores, como luciérnagas que
orientan al viajero descarriado, van iluminando el corazón de quien ansiaba
hogar. Allí, que también es mi hogar, pues lo fue antes de mi familia, fui
recorriendo todos esos lugares que sólo veo durante el día, en calor y en meses
más amables. El objetivo me deja imaginar con otros ojos, las luces me dejan
jugar con ellas, el frío es menos frío y yo agradezco el gorro que me han
traído este año de regalo mis reyes particulares. Las callejuelas del barrio
judío, la entrada medieval, los restos del castillo, iluminados con el cordón
de velas que anuncian unas fiestas que se quieren ir apagando con la sonrisa
pintada. Adoquines propios, las esquinas de la plaza Mayor y la casa de los
geranios, que aún en esta época, sabían lucir con ganas, adornando la mejor de
las oscuridades, que clamaba ya por nuestro regreso…
Luces que me llaman. |
Fuego fatuo al final del túnel. |
Y no puedo dejarlo... |
Y es así como
escribo sin decir, os propongo sin querer y hago sin haber hecho. Porque en el
fondo todo queda dicho cuando caminas con alguien a tu lado y te dejas llevar
por los protagonistas callados de mis crónicas: el musgo, el edificio que se
recorta contra el cielo, las ganas de repetir para que la suerte me acompañe y
pueda mostraros lo falta. Lo mejor de visitar un sitio es dejar algo para la
siguiente vez, ¿no es así?
Luces que juegan al escondite con las curvas. |
Puerta medieval de entrada a la ciudad vieja. |
Barrio judío, no importa cuando siempre majestuoso. |
Han sido unas
grandes vacaciones de Navidad, mucho mejores de que lo había esperado. Por
supuesto, la diferencia la han marcado los que han estado conmigo. Como
siempre, como nunca, muchas gracias.
Se van
acercando los últimos Séptimos, queridos lectores. No quiero ponerme triste ni
melancólica, porque ya llegará el momento de la despedida. Tengo que avisaros
de que no quedan tantas crónicas como semanas, pero algo intentaré hacer.
Porque Séptimo es aquel lugar donde dos se reúnen para compartir algo.
La risa
resuena por el salón. Alrededor del fuego, vosotros compartís también.
¡Hasta el
Séptimo que viene!
Por fin lo he podido leer.... y aunque el sol no saliese y la niebla te entorpeciese... he de decir, que el séptimo no tiene nada que desmerecer!
ResponderEliminarBikiños y a seguir llenando tus relatos y nuestras lecturas de tan majestuosos relatos ;)