miércoles, 10 de octubre de 2012

Domingos con dudas: pues entonces, al pueblo.

Un gran recurso para los domingos vagos es el pueblo. Si mi querido lector pertenece a la población con uno, o incluso dos (oh, privilegio), aprovéchalos. Y si eres de los urbanitas sin fortuna rural, aprópiate de uno. Porque te salvan más de un Séptimo, os lo digo yo.
El cielo es más abierto, la piedra más parlanchina. La luz guía a la entrada de mi casita... (tralará, tralará)
Después de la maratoniana semana en la que tuvimos dos días de academia (un viernes sagrado allí metidos. UN VIERNES SAGRADO), el sueño el cansancio y la modorra se apoderaban de mí. Pero jamás hubo un domingo en que no hiciese nada, eso sí que no. Así que por la mañana taller de costura cosplayer (ya nos vamos familiarizando con los términos) después de andar en pijama largo rato dando vueltas por la casa (es decir, sin hacer nada). Para los no cosplayers, la lectura de esto es similar: es que me dio por limpiar una estantería, es que me puse a leer ese libro en el que no avanzo, es que me tiré toda la mañana jugando a la PS3. Vamos, que para gustos, colores. Pero lo importante: actividad relajada para tomar contacto con la ociosidad.
Y por la tarde, tras una lucha sin cuartel contra el vestido que estoy haciendo, y tras una casi derrota que se convirtió en victoria cuando encontré la clave del asunto (ajajá, ni pueñetera idea de qué hablo, ¿eh? Yo tampoco), cogí el coche y subí al pueblo en buena compañía.
Lo mejor del otoño es que con unas temperaturas dignas del veranillo de San Miguel, en manga corta y chaqueta para “por si acaso”, se puede disfrutar de un paseo por el campo sin alergias, bichos vampíricos ni quemaduras solares. Vamos, el tiempo perfecto para mí.
Foto arriesgada, mientras un nido de abejas zumbaba enfrente. Me siento como un reportero de guerra.
Pertrechadas con chalecos reflectantes (es fundamental, porque las horas de luz son escasas y las carreteras, solitarias) y armadas con linternas para después, salimos a hacer una de nuestras cómodas y conocidas rutas de senderismo.
Y olían... ¡Cómo olían!
Todos las conocéis. Son similares pero únicas. Van cambiando los nombres, van cambiando las épocas. Bosques frondosos que dejan que el viento hable desde las copas. Riachuelos que agotados del verano, empiezan a respirar con las primeras lluvias. Vecinos que caminan y te ponen al día. Las primeras setas y tu vecina sentada en un prado mientras las cabritillas, blancas ellas, retozan y pastan alegremente. Bucolismo en estado puro.
Y nada. Que me reenamoro de mi pueblo.
Flores amarillas, para la niña, para el señor, para la abuela...
Unas flores amarillas asoman, novedosas, en la pared lateral. Los limones han brotado y ella me los enseña, orgullosa. Abrimos las ventanas, encendemos luces, hay vida terrestre dentro de la casa. Ups, me he dejado el coche abierto. Menos mal que no hay nada que llevar… ni quien lo lleve…
Este ha sido un gran Séptimo, pero estoy segura que el vuestro no se ha quedado atrás. Es más, seguro que tenéis muchas cosas especiales que contarnos. No lo dudéis: este es vuestro sitio.
¡Hasta el Séptimo que viene!


Y de regalo al final del día... Amigas que te ofrecen los productos de sus propias aldeas. Adivinad qué he estado cocinando ayer por la tarde...




2 comentarios:

  1. por favor, añade a las etiquetas "viernes sagrado"

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    1. Yo, a mis lectores, lo que me pidan.

      Faltaba plus!!!!!

      ;D

      Gracias por leer!!!

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