Este domingo
he de confesar que el plan ha sido realmente especial. ¿Qué sería de un verano
sin visitar a los amigos que viven en otros puntos de la geografía gallega? En esta
ocasión nos hemos reunido por primera vez tras acabar el curso las tres
personas que compartimos piso los últimos años en Santiago de Compostela. No voy
a caer en sentimentalismos que no vienen al caso, pero estuve a punto de
titularlo: “Visita Familiar”, no os digo más. Después pensé que os importaría
un comino, un rábano y medio pimiento de piquillo, así que me abstuve. Pero la
procesión va por dentro.
Cómo no, en
todo viaje de aventura hay un componente que no falta, y es mi especial
habilidad para descuidarme siempre en un detalle. Al menos uno: o me pierdo, o
me olvido de algo o, como en este glorioso caso… ejem. Calculo el tiempo
contando tal que así: “si tardamos 1HORA Y MEDIA en llegar a nuestro destino, y
tenemos que estar a eso de LAS 11, pues te paso a buscar a LAS 9 Y MEDIA y
santas pascuas”. Pero por favor, recortemos más en educación, que no tenemos
ninguna carencia, eh.
Por
contraposición, mi habitual copiloto tiene una paciencia infinita y una risa
sumamente contagiosa. Y por supuesto, un
amor especial por el mar. Hay que aprovechar.
Si es que todas las aventuras tienen que empezar de manera inesperada, ¿no? |
Vistas sobrecogedoras del Baixo Miño (se me ha colado un invitado abajo a la derecha y lo cabo de ver...) |
Según las
crónicas, se trata del punto donde estuvo emplazada inicialmente la ciudad de
Tui. Al parecer, los normandos tenían cierta querencia a subir río arriba para
molestar un poco, y atalaya semejante no se puede desaprovechar así como así.
Se puede acceder a varios miradores desde los
que los días despejados podemos dominar toda la zona. Está muy bien conservado
y cuenta con todos los atractivos que un parque natural puede tener: acceso
cómodo por carretera, rutas de senderismo, zonas recreativas donde poder
disfrutar de comidas campestres y un sinfín de rocas donde poder trepar para
sacar fotos inverosímiles o para hacer el indio un rato. Si es que soy muy
polifacética.
Toda la aventura se encuentra en una nariz. Digo... entre piedras. |
Arriba de
todo hay un pequeño complejo con varias capillas donde se celebra en el mes de
julio la romería de la Virgen de las Angustias, de larga tradición.
Sin perder de
vista el mar a lo lejos, regresamos a casa para comer (hubierais podido venir
todos y aún hubiese sobrado comida. Pero qué rico todo… *___* y qué licor café,
dicho sea de paso!). Por la tarde nos dedicamos a recorrer la villa de Tui. Para
quien no la ha visto nunca, es sorprendente cómo un lugar aparentemente tan
pequeño se despliega en un alarde de arte, buen ambiente y oportunidades
turísticas, culturales y de ocio. Al contrario que otras villas, con mucho
potencial pero desaprovechadas por las circunstancias, Tui ha sabido ir con los
tiempos, y todo en ella resulta un disfrute para la vista, el oído y por
supuesto, gusto y olfato.
Encrucijadas. |
Comenzamos
por el puente romano, en un gran estado de conservación, pero que queda un poco
deslucido por la carretera que discurre en paralelo y que hace que perdamos un
poco esa sensación de calma y sosiego que sin embargo, podemos recuperar
fácilmente haciendo la ruta que rodea el río.
Nos adentramos
en Tui con la sensación de estar viviendo por fin el primer día de verano, y
dándonos cuenta de que los de meteogalicia son unos mentirosos que arderán en
las llamas del infierno, o, en su defecto, en las llamas de Tui a las 5 de la
tarde. Cada rincón llama al objetivo. La piedra te mira y te habla de tiempos
pasados y de tiempos que vendrán, y en cada rincón hay un pequeño regalo para
la vista.
La piedra se deja pintar, y el peto de ánimas es un sorprendente protagonista al lado de un puente. |
Las zonas
verdes de la pequeña ciudad acarician al visitante y lo animan a bajar hasta el
río y a alucinar con el hecho de que tengan una Comandancia Naval con todos los
honores. No iba a ser menos el Miño, qué os pensabais.
Sorprendente puerta con motivos mitológicos. |
En la bajada
hacia el puerto deportivo, a mano izquierda y bajando unas escaleras, dejamos
una fuente de piedra que nos muestra el escudo de la villa, muy original y que
se repite a lo largo de la ciudad (una luna con tres estrellas). La verdad es
que lo siento, tengo alma de Sailor (Moon), y me pareció muy bonito. Según la
antigua tradición recogida por el historiador tudense Francisco de Ávila y La
cueva "El blasón con que se distingue y ostenta la gloria y nobleza de
esta ciudad desde tiempos muy remotos en un escudo de campo azul celeste
dividido por el medio de arriba abajo. En la primera mitad una media luna de
plata vuelta con las puntas hacia adentro, en la segunda mitad tres estrellas
de oro puestas en fila de arriba abajo, y timbrado el escudo con corona Real
también de oro" añade también que sobre el origen del mismo nada se sabe.
INVOCO O PODEEEEEEEEEEEEEER... |
¿Queda claro? |
Las luces, las calles, la piedra. |
Mientras el
sol va bajando, seguimos caminando por las calles de la ciudad. Nos vamos encontrando
a nuestro paso sorprendentes muestras de barroco portugués, como la capilla de
San Telmo. La encuentras emergiendo desde una esquina, y cuando te enfrentas a
su fachada principal no puedes evitar sentarte en su muro para admirar sus
juegos arquitectónicos. El sol arranca los últimos destellos y la blanca
fachada pasa a ser la farola de la calle.
Acabamos
nuestro recorrido en la catedral de Tui. Cuenta con un impresionante claustro
en que se organizan algunos eventos culturales como conciertos en los meses
caniculares, y que invitan al visitante despistado que ve cómo se le va el
tiempo a regresar pronto para poder disfrutar un poco más de su piedra. El órgano
domina la nave central, colosal, mientras la fotógrafa se desnuca mirando los
techos. Por cierto, en la foto podéis ver la prueba de que el terremoto que
asoló Lisboa se dejó sentir en la villa: los arcos son la prueba pétrea del
acontecimiento.
Mudos testigos de la historia. |
Cansados,
después de reposar nuestros huesos en una agradable terraza, y dejando el sol a
nuestras espaldas, nos encaminamos de regreso a Ourense, con unos cuantos kilos
de limones y ameixas (dulcísimas!). Había muchas ganas del reencuentro.
Ya lo sabéis!
Tomad las carreteras, o los trenes, o las bicicletas, o la zapatilla. Las historias
hay que salir a buscarlas! Este fue un domingo, pero hay muchos ahí afuera
esperando a ser vividos.
Hasta el
séptimo que viene.
Que te contrate Tui como animadora turística. Montse
ResponderEliminarJajajajjajajajajajjajajajaj, muchas gracias, Montse!!!! Bueno, el día era fantástico, así que poco tuve yo que animar la narración!!!
Eliminar^^
La verdad es que es un sitio precioso. Te puedes creer que nunca había estado? Qué desastre...