Por supuesto,
cada Séptimo es especial…
Pero claro,
una no lo puede evitar, haylos más especiales que otros…
Este Séptimo
he cumplido otro de mis rituales estivales, y hay que decir que con este hemos
conseguido no faltar a ninguno (casi casi, puñetera Festa da Historia, que aún
me duele). Mi amiga, la que viene de tierras bañadas por el mar y el viento, la
que redescubre conmigo cada año a Batman, Superlópez y Totoro en Viñetas con un
gofre de azúcar glas (por poner un ejemplo), ha venido a hacer su visita.
Y claro, los
Séptimos son breves pero intensos. Vamos, que en el fin de semana acorto mis
horas de sueño casi a la mitad…
Veréis.
Ourense.
Casco vello. Claro. Licor café. Claro. Música de la buena. Elvis Presley. Sam
& Dave. The Rolling Stones. The Beatles. Y aún encima, ¿con visita
sorpresa? Vamos, que allá salimos por la noche unas cuantas MIRicas con otros
tantos no MIRicos (ahhhhhhh, se agradece mucho) en pos de unas copas do negro
café aderezadas con unos cuantos cientos de pipas… y a mover el esqueleto (es
necesario, estábamos transportados a otra época). Suficiente para sacarte el
polvo del simulacro de encima.
Llegar de
madrugada. Acostarte con los pies cual leprosa tuberculosa (1-anestesiados
2-con los nervios engrosados 3-con máculas 4-con alteraciones vasculares
indeterminadas 5-hazme un Mitsuda y ya verás que todas son correctas).
Levantarte. Temprano. Demasiado. Pero “es que hay que aprovechar”. ¡No pasa
nada! Desayuno de campeones, con colacao (té para mí), bizcocho hecho con amor
(¡fundamental! Y el ingrediente X), y por qué no decirlo, arroz con leche
(porque lo habías probado caliente y era para catar el tránsito al frío).
Ducharse. Vestirse con emoción. Coger el coche y… Allariz.
Maravillosa e
inexcusable excursión. Una villa que cada vez crece más pero sin olvidar lo
importante de la esencia de sus calles. Casitas de piedra y tortuosas sendas
con historia que nos llevan a recorrer un camino lleno de gente. Algunos vienen
por primera vez y que se les puede leer en los ojos lo que están pensando...
Que hay que
ir a la zona de la Alameda porque está la feria del dulce.
No os pongo fotos del resto, que os babáis y ya parece que tengo un serio problema con la comida. SERIO. |
Manda huevos.
Como para mantener la línea.
PATOPATOPATOPATOPATOPATOPATO |
Después de
haber adquirido unos “regalitos para la familia (que si eso, repercuten en
mí)”, habíamos hecho suficiente vacío en el estómago como para ir de tapas.
Elegimos nuestro sitio habitual Baiuca, tranquilo establecimiento por debajo de
la plaza del Concello, en uno de los laterales. Tiene mesas fuera para
disfrutar del tiempo, pero el sol daba demasiado de plano como para
planteárselo. Ensalada con manzana y frutos secos y una tortilla con la que
comimos como si no hubiese mañana. Café y sobre todo… largas sobremesas. Me he
dado cuenta de que las comidas sólo son excusas para eso.
Y claro. De
postre… copa de helado. Al lado del río, en la zona de la Alameda, encontráis
La Fábrica, un precioso bar con galería y un balcón que dan al río y desde
donde tomar las cosas te sabe 10 veces mejor (¡en serio! Comprobado: es
estadísticamente significativo, aceptamos la hipótesis alternativa).
La soledad del árbol, la luz que juega, yo sólo me quedo a esperar que todo ocurra. |
Consabida sobremesa
del postre y pequeña ruta de senderismo, que no podía faltar. Si vais por el
lado del río de La Fábrica y os acercáis en el sentido en que está la verdadera
fábrica (que es un pequeño museo de curtidos) encontraréis un camino que
discurre por las orillas del río. Muy cómodo y sin dificultades, pero precioso
para dar un paseo y bajar todas las viandas (y que no se te queden a la altura
de tus glúteos). Y tuvimos mucha compañía: una nube de mosquitos tan majos que
casi no me dejaban sacar las fotos. Pero merece la pena.
Jugando debajo de los puentes. Siempre hay algo que descubrir. |
Reflejos en el agua... |
Regresamos
absolutamente hipotensas a nuestro punto de guardar partidas (vamos, La
Fábrica) para recuperar líquidos. Y el sueño, para qué negarlo, nos vencía.
Después de un
Séptimo inolvidable regresamos a Ourense. Ducha rápida y estación para despedir
a mi amiga.
Haille que ir quitando eses pendóns. |
Muchas gracias
por regalarme un domingo así. Como dije en uno de los numerosos brindis, que
repitamos el año que viene, que es lo que hay que desear.
Y... mi lugar favorito. |
Y chicos…
chan chan chan chan…
El próximo
día retransmito desde la playa.
¡Hasta el
Séptimo que viene!
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