martes, 4 de septiembre de 2012

VILLAS CON ENCANTO: DULCES Y HELADOS, Y PARA COMPENSAR, VEREDAS CON PATOS. ALLARIZ EN UN DÍA

Por supuesto, cada Séptimo es especial…
Pero claro, una no lo puede evitar, haylos más especiales que otros…
Este Séptimo he cumplido otro de mis rituales estivales, y hay que decir que con este hemos conseguido no faltar a ninguno (casi casi, puñetera Festa da Historia, que aún me duele). Mi amiga, la que viene de tierras bañadas por el mar y el viento, la que redescubre conmigo cada año a Batman, Superlópez y Totoro en Viñetas con un gofre de azúcar glas (por poner un ejemplo), ha venido a hacer su visita.
Y claro, los Séptimos son breves pero intensos. Vamos, que en el fin de semana acorto mis horas de sueño casi a la mitad…
Veréis.
Ourense. Casco vello. Claro. Licor café. Claro. Música de la buena. Elvis Presley. Sam & Dave. The Rolling Stones. The Beatles. Y aún encima, ¿con visita sorpresa? Vamos, que allá salimos por la noche unas cuantas MIRicas con otros tantos no MIRicos (ahhhhhhh, se agradece mucho) en pos de unas copas do negro café aderezadas con unos cuantos cientos de pipas… y a mover el esqueleto (es necesario, estábamos transportados a otra época). Suficiente para sacarte el polvo del simulacro de encima.
Llegar de madrugada. Acostarte con los pies cual leprosa tuberculosa (1-anestesiados 2-con los nervios engrosados 3-con máculas 4-con alteraciones vasculares indeterminadas 5-hazme un Mitsuda y ya verás que todas son correctas). Levantarte. Temprano. Demasiado. Pero “es que hay que aprovechar”. ¡No pasa nada! Desayuno de campeones, con colacao (té para mí), bizcocho hecho con amor (¡fundamental! Y el ingrediente X), y por qué no decirlo, arroz con leche (porque lo habías probado caliente y era para catar el tránsito al frío). Ducharse. Vestirse con emoción. Coger el coche y… Allariz.
Maravillosa e inexcusable excursión. Una villa que cada vez crece más pero sin olvidar lo importante de la esencia de sus calles. Casitas de piedra y tortuosas sendas con historia que nos llevan a recorrer un camino lleno de gente. Algunos vienen por primera vez y que se les puede leer en los ojos lo que están pensando...
Que hay que ir a la zona de la Alameda porque está la feria del dulce.
No os pongo fotos del resto, que os babáis y ya parece que tengo un serio problema con la comida. SERIO.
Manda huevos. Como para mantener la línea.
PATOPATOPATOPATOPATOPATOPATO
Después de haber adquirido unos “regalitos para la familia (que si eso, repercuten en mí)”, habíamos hecho suficiente vacío en el estómago como para ir de tapas. Elegimos nuestro sitio habitual Baiuca, tranquilo establecimiento por debajo de la plaza del Concello, en uno de los laterales. Tiene mesas fuera para disfrutar del tiempo, pero el sol daba demasiado de plano como para planteárselo. Ensalada con manzana y frutos secos y una tortilla con la que comimos como si no hubiese mañana. Café y sobre todo… largas sobremesas. Me he dado cuenta de que las comidas sólo son excusas para eso.
Y claro. De postre… copa de helado. Al lado del río, en la zona de la Alameda, encontráis La Fábrica, un precioso bar con galería y un balcón que dan al río y desde donde tomar las cosas te sabe 10 veces mejor (¡en serio! Comprobado: es estadísticamente significativo, aceptamos la hipótesis alternativa).
La soledad del árbol, la luz que juega, yo sólo me quedo a esperar que todo ocurra.
Consabida sobremesa del postre y pequeña ruta de senderismo, que no podía faltar. Si vais por el lado del río de La Fábrica y os acercáis en el sentido en que está la verdadera fábrica (que es un pequeño museo de curtidos) encontraréis un camino que discurre por las orillas del río. Muy cómodo y sin dificultades, pero precioso para dar un paseo y bajar todas las viandas (y que no se te queden a la altura de tus glúteos). Y tuvimos mucha compañía: una nube de mosquitos tan majos que casi no me dejaban sacar las fotos. Pero merece la pena.
Jugando debajo de los puentes. Siempre hay algo que descubrir.
Reflejos en el agua...
Regresamos absolutamente hipotensas a nuestro punto de guardar partidas (vamos, La Fábrica) para recuperar líquidos. Y el sueño, para qué negarlo, nos vencía.
Después de un Séptimo inolvidable regresamos a Ourense. Ducha rápida y estación para despedir a mi amiga.
Haille que ir quitando eses pendóns.
Muchas gracias por regalarme un domingo así. Como dije en uno de los numerosos brindis, que repitamos el año que viene, que es lo que hay que desear.
Y... mi lugar favorito.
Y chicos… chan chan chan chan…
El próximo día retransmito desde la playa.
¡Hasta el Séptimo que viene!







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