viernes, 2 de noviembre de 2012

Sextos que se hacen Séptimos, salmorejo, guacamole y una ración de buen humor. Así es su casa. .

Hay Séptimos que empiezan siendo Sextos.
Hay veces que hay que emigrar un rato.
Hay despedidas que parecen bienvenidas.
Y cómo estaba todo...
Plan inmejorable. Porque no todo va a ser triscar por los montes o profundizar en el bello arte de la costura. Mi alma indivisible de todos los Séptimos de mi vida (léase Séptimo en su vertiente más filosófica) me llamó a disfrutar de una velada inolvidable en su casa, donde las olas lamen las aceras, el salitre atraviesa el olivo y llega hasta el balcón de una casita en la que sin comerlo ni beberlo la fiesta pasa a degustación, y la degustación a los conciertos improvisados.
Candelabros hechos a mano. Como todo lo especial en esa casa...
Despedir a un compañero de piso puede sonar difícil, o duro, o incluso triste. Pero claro, eso es el común de los mortales. Cuando en una casa los compañeros de piso son un núcleo familiar, todo se vuelve mucho más divertido. De hecho, el compañero nunca se va. Y por eso la fiesta es más fiesta.
 Y cuando todos son expertos de la cocina, y apañados como cualquier madre soñaría, pues no digo más. Decoración, globos del amor, guitarras, tambores y letras improvisadas. Y la casa se iba llenando de gente.
¡Era la Fiesta del Amor! Porque la vida se lo merece.
Y es que el karma, amigos míos, es mucho karma. Generadlo del bueno, porque os pasarán cosas como estas. La gente llegaba con la sonrisa pintada en la cara. Todo el mundo hablaba, reía, comía, bebía. Se dejaba mecer por la música que sonaba, de la de verdad, de la buena. Coros que piden a gritos las actuaciones que prometieron por el evento del facebook. Los músicos se preparan. La cantante tira de sus mejores galas. Los papeles de última hora, risas, una copa de licor café por aquí, saca el vino de Oporto por allá…
Y a grabar.
En la Casa del Amor, las fiestas son únicas e irrepetibles.
Y los globos se amaban, y nadie se atrevía a condenarlos... Amor de Helio.
Ya sabéis de qué os hablo. Todos habéis ido a esa fiesta en la que a muchos no los conocías, o que los has visto pocas veces. Pero todo el mundo atiende, todo el mundo cuenta, todo el mundo se divierte. Abrazos, risas, Natalia la vaca va perdiendo bolitas. La noche se empieza a hacer madrugada. Salimos a la calle. Cuando un amigo se va, algo se muere en el alma. Abrazo de grupo. Algunas despedidas, aprendo el significado de la “bomba de humo”. Sonrío, ¡así las cosas son mucho más fáciles! Bailamos, lo disfrutamos, la noche se hace fría, comparto mi bufanda, se la acabo dando entera porque esta mujer siempre sale con menos chaquetas de las que hacen falta. Sailor Júpiter en un bar observa mientras el hombre va razonando solo a través de la pista. Guerreros celtas vestidos de azul, corean a la chica del megáfono.
La chica que siempre sonríe (¡y lo contagia!) me mira y da en el clavo: “hay estilo pijo, estilo alternativo… este tiene un concepto nuevo: estilo inconsistente”. Lo grabo, en mi retina y en mi maltrecho cerebro. La crónica se perdería un gran momento de la noche.
Mi cortisol se va acabando. Y claro, ella, siempre así de atenta, propone la recogida. Hay gente que continúa, la noche aún es noche y las gaviotas dan su beneplácito. Nosotras nos vamos yendo…
Y al día siguiente, yo busco un bus mientras ellos planean que, dado que ha sobrado tanta comida, una velada en la playa puede ser lo mejor. Instrumentos, ganas y a disfrutar. ¡Porque esos sí son Séptimos de verdad!
¡AJAJÁ! La prueba del delito.
Setas sabrosísimas para darle a ese vecino al que no soportas.
Pensando en el buen ambiente que aún me mece, subo en el coche del taxista. Hombre encantador, que sabe disfrutar de sus propios Séptimos, y me acuerdo del karma. Sonrisas, me deja a mi hora para coger mi transporte. Pero a todo esto, ¡aún es mediodía! Comida rapidito porque me subo a mi pueblo, ¿qué pensabais? Recoger piñas retardantes con la sensación de estar cometiendo un acto vandálico, buscar amanitas muscarias para mi colección de fotos, mirar hacia el bosque, ver la luz, y ahí está otra vez… ¡el karma! Limpiar lo que queda de la casa, la luna casi llena, y yo he conseguido hacer todo lo que me proponía, incluido quedar al final del día con un buen amigo. Yo, rota. Él, también. Nada. A su casa, a jugar a la consola y de paso, hablar de niños que maúllan en pelis japonesas. Me da que voy a tener pesadillas…
Bailarinas sobre la hierba.
¡Maldito karma!
Este ha sido un Séptimo fantástico. Rodearse de gente así le genera a uno toda la energía que se necesita para afrontar la semana. ¡Para qué se quiere más! Pero estoy segura de que las sensaciones que os he descrito, aunque un poco peculiares por salir directamente de los dedos sin pensar demasiado (o pensando con el corazón), os son familiares. No lo dudéis, id con la gente que os hace sonreír al recordar los momentos que pasáis juntos. Eso es impagable.
Claro. El Karma.
Y este Séptimo… ración doble, no digo más. Voy a empezar a invocar el espíritu del gato.
¡Hasta el Séptimo que viene!

¡AJAJÁ! Segunda prueba del delito. Con premeditación y alevosía.









2 comentarios:

  1. que experiencia... q grandes emociones... q divertido... cuanto me alegro q tu septimo haya sido tan completo ;)

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  2. Joooo... que bonitas las fotos y las palabras!! Siempre encuentras la manera adecuada de contar las cosas!! Me ha encantado que hayas estado allí con nosotros compartiendo esa noche de despedida alegre! Besos, mi niña bonita! :D

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