Hay Séptimos
que escojo los planes sólo por enseñaros algo diferente.
¿Ha sonado a
obligación? No, queridos septimistas, ha sonado a pasión por lo Séptimo.
Marcamos tendencia…
En Ourense,
el día 18 tuvo lugar una cita anual que atrae a deportistas de toda Galicia. La
XXXVI edición de la Carreira Popular Pedestre do San Martiño es un clásico de
estas fechas. http://www.atlantico.net/noticia/218761/san/martino/carrera/ourensana/record/participacion/alejandro/fernandez/
Aunque no todos la corramos, sí disfrutamos de la parálisis de la ciudad para
jalear a nuestros compañeros de clase, a nuestros vecinos, y por qué no, al
desconocido ganador, ese al que no le verías ni los talones porque decide
romper la barrera espacio-tiempo completando los diez km en menos de media
hora, sonriendo y saludando a su paso. Manda webs.
Pero cuando
yo quiero preparar una crónica, necesito imbuirme en ella, sentirla en mis
carnes, palparla, amarla y encontrar las palabras para transmitírosla…
Resumiendo, que me planteé muy seriamente el participar.
Problema que
observé a lo largo de las semanas: nadie me quería acompañar en la gesta. Yo no
temo a las batallas, mis valientes. Y soy motivada como ninguna. Pero qué
queréis que os diga, quería ir con alguien que amablemente arrastrase mi cuerpo
inmóvil hacia la cuneta tras el previsible fallecimiento de mi persona, a la
tierna edad de 24 años. Y claro, ver cómo te adelantan los niños, que salen por
cierto casi una hora más tarde con un recorrido más corto, no está nada bien
para nuestra moral MIRica.
¡Pero esto no
me frenó! Tenía que acudir a la crónica en calidad de reportera de guerra, que
es como me gusta hacer las cosas…
Y ahora viene
el momento en el que os confieso que tampoco soy tan inactiva. Durante la
semana mantengo mi salud mental (con algún fracaso que otro -o no, según se
mire) yendo a un gimnasio de artes marciales que se ha convertido en mi segunda
casa. La casa divertida. La casa donde no tengo libros verdes por doquier ni
correos acerca de mis horarios de los sábados. Vamos, que wushu por aquí,
taichi por allá, son cinco días de intenso entrenamiento físico y mental. Y en mi
gimnasio colaboran cada año como voluntarios en la organización de la carrera.
¡Albricias!
Lo he conseguido: estoy dentro. Nivel de sobreexcitación máxima. Madrugón de
Séptimo, como no podía ser de otra manera, y a cruzar la niebla del final de la
madrugada ourensana dando pequeños brincos de emoción. Llegar, reunirte con tu
grupo. Chaleco reflectante para que se vea que estás organizando algo, risas y
chistes con mis compañeros, pero qué te dan de desayunar por las mañanas, chica,
que no paras. Repartimos los dorsales y los chips a los rezagados que acuden a
por ellos el día de la carrera. Indicamos los vestuarios, resolvemos algunas
dudas, hacemos recuento de material. Y esto que se va llenando.
Qué maravilla
ver cómo la gente se anima a participar. Los encuentros de amigos de carrera.
Gente que te triplica la edad con una sonrisa de oreja a oreja. Perros viejos
que saben que ganarán esta batalla como han ganado todas las demás (¡y las que
están por venir!). Los niños que corren por primera vez. Fotógrafos, curiosos,
familiares que animan a sus campeones particulares. Un sol que se alza en el
cielo, limpio. Las nubes y la lluvia del día anterior, olvidadas para que Atlas
pueda dar la salida a los más de ocho mil participantes. La serpiente
multicolor que se coloca delante del Puente del Milenio. El comentarista deja
traslucir en su voz la emoción de la carrera.
Atlas en su patetismo habitual, con pose de superhéroe desgarrado grita... ¡Yaaaaaaaa! |
A sus
puestos. Listos. Ya.
La gente viste el puente de colores. |
Yo me
encaramo en una valla, alta, como la estatua de piedra que dramática, mira al
cielo. Miro yo también, el sol ilumina mis reflectantes, me insuflo de poder,
me quito el sueño y el cansancio. Click. Click. Click. Fotos que me enseñan el
color de mi ciudad. Mi compañera, preocupada por mi incierta estabilidad, me
sujeta un poco. Se alejan, bajo el objetivo… y a seguir.
La serpiente multicolor pedestre. |
Una mañana
diferente, disfrutando de la compañía de mis amigos, y esa sensación de
irresponsabilidad resposable, de no tener que llegar a ninguna hora, de vivir
las horas del día.
La llegada. Antes de ser hollada. |
Después de
una mañana intensa, van repartiéndose los premios y por fin llega el nuestro.
Nos vamos todos juntos a comer invitados por la organización, una forma de
compensar un esfuerzo que para mí ya estaba compensado. Más risas, anécdotas y
un poco de entrenamiento a la mesa (“¿En serio son así siempre?” “¡Siempre!”).
La tarde llega y el sol no se va. Siesta breve y…
Aún queda Séptimo
por delante. ¿Y qué mejor plan para finiquitar un día tan intenso que una
escapada al cine? Apretujamos la economía, que la ocasión se lo merece, así que
si no habéis aún ido a ver Skyfall y os gusta el género, no lo dudéis. Lo que
inicialmente fue un “bueno, yo te acompaño” acabó siendo una grata sorpresa. Nos
dejamos caer al agua con Bond, completamos misiones, nos enfrentamos a los
enemigos y a nosotros mismos y hasta viajamos a Escocia. Con los ojillos
húmedos mi amigo sueña con regresar a sus nieblas, a sus lagos y a esos verdes
infinitos. Y por qué no, también yo me permito el lujo de soñar con otras
nieblas, con otros lagos, con otros verdes infinitos.
El tiempo
pasa, las semanas no perdonan, pero los Séptimos son siempre especiales. Como
podéis ver, siempre hay algo diferente que hacer, hasta en una ciudad tan
pequeña y tranquila como la mía. Porque todo depende de las ganas que tengas de
vivirla.
Y por eso, el
próximo Séptimo regresa mi amiga de Coruña. Porque ella también quiere hacer
una crónica para todos vosotros, una crónica para nosotras, una crónica para mí.
¿No os van entrando las ganas de que llegue?
¡Hasta el
Séptimo que viene!
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